Si a nosotros nos bombardean constantemente con nuevos productos y a menudo caemos en comprar todo lo que se nos pone por delante, a los niños les resulta imposible resistirse a todo lo que ven.
Ellos están más acostumbrados que nosotros a la sociedad de la inmediatez y lo quieren todo, y lo quieren ya. Y sino, rabieta al canto.
Chuches, juguetes, montar en la noria, jugar con el móvil… Cosas normales en el día a día de una familia pero que en algunos casos van más allá. Hablamos de los niños que no se conforman con nada, que cada vez piden más.
Y más que pedir, la característica principal de estos niños es que exigen. Intentan mantener controlados a los adultos de su entorno para que les den lo quieren en el momento en el que les surja la necesidad.
Desde los abuelos a los profesores y padres, deberíamos aprender a decir que no y establecer ciertos límites para que no nos cojan el brazo cuando les demos la mano.
Así conseguiremos que los niños respeten nuestras decisiones y aprendan que no siempre van a poder tener todo lo que desean.
Estas actitudes aparecen sobre todo cuando los padres no tienen mucho tiempo para atender a los niños y lo compensan dándoles juguetes, comida o lo que les pidan. Pero esto, lejos de ayudar al niño, se puede volver en nuestra contra.
Es mejor pasar tiempo con ellos en cuanto se pueda en vez de suplir esta falta con cosas materiales. Y sobre todo intentar distinguir lo que es necesidad de lo que es capricho y transmitírselo a ellos de forma que aprendan a racionalizarlo.
En un mundo en el que todo se nos presenta como una necesidad inmediata esto no es tarea fácil, pero puede conseguirse. Hay que decir más veces que no.