¿Las mentiras de los niños son algo más que un juego?

Kang Lee es un investigador canadiense que afirma que es completamente normal que los niños mientan desde pequeños (a veces desde los dos años, hasta un máximo de 12). E incluso para algunos la mentira puede ser “saludable”, fruto y parte parte de su fantasía e imaginación.

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Y es que normalmente se dice que los niños empiezan a contar mentiras cuando empiezan el colegio; que mienten mal y les pillamos fácilmente; y que si mienten cuando son más mayores hay algo en su carácter que los hace ser mentirosos compulsivos.
Y esto si que es una mentira.

Lo primero es que hay muchos niños que mienten a una edad temprana y, lejos de preocuparnos, debemos alegrarnos porque si no lo hicieran podría ser síntoma de conductas antisociales o autistas.

La mayoría de las mentiras de los niños se deben a su imaginación, y no son intencionadas. Se debe a una parte de su desarrollo en la que la fantasía se está formando y no saben distinguir si lo que ven es producto de su imaginación o el resto de gente lo está viendo.

También existen las llamadas “mentiras blancas”, que empiezan cerca de los 6 años y las usan para beneficiar a otro o para no herir los sentimientos, para evitar castigos, para ayudar a un amigo, para sentirse superiores, o porque les divierte.

Kang Lee hizo un experimento en que les decían a los niños que si adivinaban la carta les darían un premio muy grande. Se iban un momento de la habitación y les pedían que no mirasen las cartas. Al volver, les preguntaban si habían mirado. De los más pequeños, la mayoría confesaba y a medida que la edad aumentaba, mentían más.

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Y esto es así porque cuanto mayor conocimiento tienen, mejor capacidad para mentir poseen, ya que requiere controlar las emociones y expresiones faciales. Son capaces de usar una expresión neutra ocultando sentimientos de culpa, vergüenza, etc.

Por eso, a pesar de que en la mayoría de los casos pueda ser un juego por su parte, hay que tener cierto control en su educación para que no les perjudique.
Hay que dar valor a la honestidad y evitar que la mentira se convierta en algo recurrente, primero detectando el por qué de las mentiras y sabiendo si el niño es suficientemente mayor como para detectar que mentir es malo.

Os dejamos la charla entera de Kang Lee sobre los niños y las mentiras, 100% recomendable!

Con las manos en el barro

Los niños tienen una atracción especial hacia los lugares sucios. Si hay un rincón lleno de pintura, van a ir a él, y si encuentran la forma de crear barro en el parque, se pondrán perdidos jugando. Y, aunque no lo creamos, esto es tan beneficioso para su salud como cualquier otra actividad al aire libre. Rebozarse en el barro, hace que se reduzcan los niveles de ansiedad de los niños y estimula su capacidad de aprendizaje, lo que en definitiva les hace más felices.

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Y esto no nos lo inventamos nosotros, los expertos afirman que existe una bacteria en el barro llamada ‘mycobacterium vaccae’ que hace que el cuerpo genere serotonina al contacto como respuesta del sistema inmunitario.
El aumento de serotonina en los circuitos nerviosos produce una sensación de bienestar, relajación, mayor autoestima y concentración. Y puede aumentarse a través de diferentes alimentos y actividades, como jugar.

Es decir, que si los niños juegan y encima lo hacen con barro, esto se incrementa. Y no sólo eso, sino que los efectos pueden durar hasta 3 semanas.
En general, contrario a lo que pueda creerse, cualquier actividad al aire libre hace que los niños gocen de buena salud porque el sistema inmunitario permanece alerta y en constante funcionamiento. Y esto es importante porque si permanecemos alejados de gérmenes y bacterias demasiado tiempo, el sistema inmunitario busca otros medios de trabajar y empieza a reaccionar por ejemplo generando alergias.

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Además, estudios demuestran que los niños que viven en el campo teniendo contacto con animales tenían menor nivel de asma que los que viven en entornos más ‘limpios’. El sol hace que se incremente la vitamina D, y la creatividad aumenta al encontrarse en un entorno sin barreras.

Vamos, que no hay que tener miedo a la naturaleza y debemos intentar que los niños no estén recluidos en casa frente a pantallas. Que igual que llorar es bueno, ensuciarse también, y no pasa nada.

¡Volvamos a jugar a las calles!

Vía: Tierra en las manos

La clase en la que ningún niño se portaba mal

Raúl Bermejo da clase en el Colegio Árula de Madrid a niños de cuatro años y en su clase nadie se porta mal.

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Hoy en día la enseñanza es bastante crítica, y hay niños que sufren si no saben escribir una letra correctamente o no saben resolver una suma simple.

Esta frustración, lejos de hacer que los niños mejoren, les crea miedos ante el aprendizaje. Cada uno es un mundo y en ellos el desarrollo madurativo no es el mismo.

Así que Raúl decidió hacer algo al respecto y enseñar al mundo lo que ayuda a un niño otro tipo de aprendizaje más creativo y colaborativo. Se hizo una cuenta de Instagram y empezó a contar su día a día en el aula.

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Los niños aprenden todo lo que tienen que aprender, pero se divierten haciéndolo porque juegan, que es principalmente lo que tiene que hacer un niño a los cuatro años.

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Juegan a inventar palabras, a definirlas, hacen cuentas con plastilina, y crean verdaderas obras de arte pringándose de pintura.

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El programa que están desarrollando se llama ‘Creatividad’ y ahora también está empezando a aplicarse en primaria y secundaria, porque ser más mayor no significa que haya que dejar de jugar.

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Y a nosotros nos encanta que se lleven a cabo estas iniciativas porque, como bien dice Raúl en una entrevista para El Huffington Post, el sistema educativo está planteado de una manera que no se tienen en cuenta las emociones, la creatividad, el talento y las inteligencias múltiples. Hay que acabar con los pupitres y con los exámenes. Tener en cuentan las características del niño, dejarle investigar. Menos trabajo individual y más cooperativo.

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