Jugar es conocerse

Image

Como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, siempre es conveniente tener en cuenta el valor de los juegos tradicionales como recurso didáctico: la mayoría de ellos educan poniendo en marcha principios tan importantes como la actividad o la sociabilidad: especialmente interesantes en una sociedad que camina al sedentarismo y a la comunicación a distancia.

 Un niño que se ejercita desde los primeros años de su vida en juegos está emprendiendo su camino hacia su correcto desarrollo como adulto. Los juegos son una gran base sobre la que realizar trabajos formativos de cualquier clase, por eso no conviene infravalorar todo lo que trae consigo un buen juego de mesa. Nos permiten observar y aprender aspectos tan importantes de nuestra relación con los demás como la participación, la creatividad, el gusto estético, la sociabilidad, los comportamientos, ¿qué mejor forma de aprender acerca de la tolerancia, la comprensión, la perdida, el fracaso, las buenas maneras, las buenas palabras, la sensibilidad, la renuncia …? Además se potencia la observación y la atención hasta tal punto que un niño puede cambiar sus comportamientos como reflejo de los de otros.

 En definitiva, los juegos son como la vida: o aceptas las reglas o estas fuera. Por eso los más pequeños, sin darse cuenta, aprenden la norma básica de la convivencia: respetar y ser respetado. Y es que en todo juego hay un mensaje implícito, unas reglas básicas, aunque mínimas, que deben ser cumplidas. Reglas que hoy forman parte de un juego, pero que mañana posiblemente serán parte de algo mucho más importante.

 A fin de cuentas jugar es conocernos y conocer al otro: la base de las relaciones sociales auténticas.

Puzles & Kids

Image

Como ya os habréis dado cuenta, últimamente estamos muy puzzleros. A lo largo de las últimas semanas, os hemos presentado el Mind Jewel, el Wurmm, el Sprocket o el BrainString, todos ellos oportunidades inmejorables de activar vuestras neuronas y ponerlas a trabajar al máximo nivel.

 Los puzles, por lo general, suponen un reto importante incluso para jugadores adultos, pero los expertos coinciden en señalar que este tipo de entretenimiento está especialmente indicado para los más jóvenes de la casa. Antes de llegar a los dos años, podemos comenzar a introducirles en el apasionante mundo de los rompecabezas, teniendo la seguridad de que les van a aportar muchas más ventajas de lo que en un principio podría pensarse.

 Por un lado, usando puzles adecuados a cada edad, conseguirás estimular su maduración cognitiva, además de animar al niño a perfeccionar y optimizar la motricidad de sus manos, que deberá concentrarse en áreas específicas del puzle y sus piezas. Por otro lado, los puzles son perfectos como “toma de contacto ligera” con emociones como la frustración. Haciendo un puzle, los niños comienzan a entender que “las cosas no siempre salen a la primera” y que “tienen que poner un esfuerzo de su parte” para conseguirlo. El hecho de que solo haya un camino posible les forzará a utilizar su ingenio y su visión espacial.

 Otro punto a favor de los puzles: a medida que el niño va creciendo y el número de piezas va aumentando, pueden servirnos para inculcar el valor del orden y del “recoger después de terminar”. Una asignatura, por cierto, que muchos adultos todavía tienen pendiente.

(Por cierto, una curiosidad, según la RAE, la forma correcta en castellano de «puzzle» es «puzle»)